Hola. Esperamos que se encuentren muy bien. Gracias por acompañarnos otro domingo. Les escribimos desde Nueva York. La ciudad de las segundas oportunidades. Anduvimos hablando mucho sobre eso, por aquí, en estos días. También escuchamos lo que otras personas hablan. Debido a los aniversarios noticiosos. Incluso fuimos al Central Park para buscarlo y saludarlo, pero no los vimos. Hace un año, el búho Flaco se escapó de su cautiverio en el zoológico de Central Park y se instaló en el parque. Quisieron atraparlo, no pudieron. Dijeron que Flaco no podía volar y que no sabía cazar; al rato lo vieron volando y cazando ratas, nuestra especialidad de la casa. Estuvo nueve meses en el parque, luego se fue para el sur de la isla. Es el nuevo héroe de la ciudad. Además se llama Flaco, lo cual es genial.
Esta semana en New York Diario les contamos por qué odiamos a Emma Stone, por qué no somos felices y por qué el asunto de la desinformación no es para tanto.
Historias de la semana
Por qué odiamos a Emma Stone
La maldición personal del personaje de Emma Stone en "The Curse" es que encarna simultáneamente dos arquetipos miserables de defensores del estilo de vida ecológico. El primero es el del influencer verde que predica sobre el cambio climático mientras gana dinero convenciéndote de comprar cosas (aunque sean las cosas correctas) y beneficiándose de la cultura consumista que es el enemigo mortal de la mejora ambiental. El segundo es el ecotirano que quiere racionar el agua, la electricidad y la carne. El personaje nos repugna por lo primero, porque es una hipócrita, y por lo segundo, porque es mandona y controladora. Pero Emma Stone, la actriz, es una buena chica.
El pánico moral por la desinformación
En 2020, mientras la pandemia de Covid-19 arrasaba todo el mundo, la Organización Mundial de la Salud declaró que nos habíamos hundido en una segunda catástrofe simultánea: una infodemia. Esta crisis global se caracterizó por la rápida difusión de información falsa o desinformación, principalmente en espacios digitales. El temor era que tales inexactitudes dejaran al público a la deriva en un mar de falsedad. Pero algunos psicólogos y sociólogos no están convencidos de que la desinformación sea tan poderosa como dicen, ni de que sea un problema sustancialmente diferente ahora en comparación con el pasado. ¿Sera así?
Algunos estudios sobre la felicidad
Todos queremos ser felices. Durante décadas, los psicólogos han intentado averiguar cómo alcanzar ese estado de felicidad. Las numerosas encuestas y experimentos realizados en este campo siguieron una gran variedad de enfoques, desde regalar nuestras cosas a dejar de usar Facebook o forzarse a sonreír mostrando los dientes. Pero la psicología sufrió graves trastornos en la última década, cuando los investigadores se dieron cuenta de que muchos estudios eran poco fiables e irrepetibles. Esto llevó a un examen más minucioso de los métodos de investigación psicológica; el estudio de la felicidad no es una excepción. Entonces, ¿qué es lo que realmente nos hace felices?
De la semana anterior
No son las zapatillas, son los atletas
Luego del ascenso y la caída del running minimalista, llegó la época de las super-zapatillas. Que a menudo dejan de lado el duro entrenamiento y las habilidades adquiridas con tanto esfuerzo por parte de los propios corredores de élite, además de exacerbar las desigualdades existentes en el mundo del running.
Haciendo terapia con robots
Los científicos están trabajando para crear robots, ya sean corpóreos o simplemente algoritmos de máquina, que esperan puedan proporcionar algunos de los mismos beneficios que discutir los problemas con un amigo cercano o un terapeuta. ¿Cuáles son los pro y cuáles las contras de nuestros amistosos terapeutas robots?
Del archivo
Los humanos somos especialmente capaces de perdernos
Los humanos somos especialmente capaces de perdernos, por lo que tuvimos que crear una variedad de estrategias para encontrar nuestro camino. Por un lado, desarrollamos hipocampos increíblemente grandes, el locus neural de la orientación y la memoria episódica, lo que nos permite emplear la memoria en la tarea de navegar. Además, usamos diversas prácticas culturales para navegar, desde señales ambientales como el sol y las estrellas hasta la narración oral como dispositivos mnemotécnicos para recordar información topográfica. En el mundo occidental, la más dominante de estas prácticas fue históricamente el mapa, alguna vez dibujado a mano y ahora representado por dispositivos GPS. Entonces, ¿por qué nuestros mapas, digitales o de otro tipo, nos hacen perdernos con tanta frecuencia?
El efecto Soho
La franja de cuarenta hectáreas de Manhattan conocida desde los años 60 del siglo XX como SoHo surgió como un elegante distrito comercial y de entretenimiento, a mediados del siglo XIX, con grandes almacenes, enormes hoteles y teatros que se congregaban en los edificios de hierro fundido recién construidos en Broadway. Todo cambió luego de la Guerra Civil, cuando aparecieron los burdeles, la zona roja, alienando a las empresas puritanas y atrayendo en su lugar a pequeñas plantas manufactureras, especialmente textiles, que no tenían tanto problema con el sexo y el alcohol. A medida que el centro de la ciudad se trasladó hacia la parte alta y las empresas textiles se trasladaron al sur, la actividad industrial del SoHo disminuyó y sus edificios quedaron desocupados y en ruinas. Ahí, en realidad, empezó la historia de lo que hoy conocemos como el SoHo: del abandono urbano.
Y hasta aquí llegamos esta semana. Esperamos vernos en la próxima. Vivan libres. Como Flaco.
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