Hay días en que todo se siente más bajo. No por el clima, sino por la luz. Esa luz seca que a veces flota sobre la Séptima como si alguien hubiese apagado el contraste. Los edificios no cambian, pero parecen más cansados. Hundidos en el subsuelo, aplastado por todo lo demás. Hasta el Empire pierde filo, incluso en primavera, cuando se supone que debería brillar y reclamar su luz perdida.
El Hudson, en cambio, se mantiene. Con su marrón honesto y su olor que sube en oleadas si el viento viene del oeste. Ahí no hay engaño. No hay máscaras. A veces eso basta para orientarse. Un río que no pretende ser bonito.
En las veredas, los perros mandan. Marcan rutas, detienen conversaciones, doblan antes que sus dueños. Hay una forma de leer la ciudad a través de ellos. Quién se mudó, quién volvió, quién ya no está. Más precisa que el censo.
Pero incluso desde el subsuelo algo se sostiene. Más que la promesa de grandeza, una forma tosca de continuidad. Como si la ciudad, con todos sus errores, siguiera diciendo: no te necesito, pero, si quieres quedarte, hazlo bien.
Y en eso estamos.
Esta semana en New York Diario escribimos sobre bicicletas, naturaleza y bagels.
Tratamos de hacerlo bien.
Historias de la semana
Bicicletas, primavera y Nueva York, ¿qué puede salir mal?
No hay nada más genial que andar en bicicleta en primavera. Nada. Ni las inauguraciones de galerías en Red Hook, ni las cenas en azoteas en Fort Greene, ni siquiera acordarse de compostar. Andar en bicicleta en primavera significa haberlo superado. Haber superado la película gris de febrero, los baches llenos de sal de marzo, los labios agrietados y las llantas rotas de una ciudad que olvidó cómo ser genial. La primavera no llega a Nueva York como en las películas. Se filtra a lo largo de semanas, como la condensación en la ventana de un hueco de ventilación. Y entonces, de repente, imposiblemente, la gente viste lino y los tulipanes brotan de las medianas como si siempre hubieran estado destinados a hacerlo. Es entonces cuando salen las bicicletas.
Cómo mantener silvestres los lugares silvestres
Aunque las experiencias en la naturaleza puedan parecer salvajes, a menudo son cuidadosamente orquestadas por guardaparques y guardabosques, expertos en recreación y otros que controlan el acceso y construyen infraestructuras como senderos e instalan botes de basura en los comienzos de los senderos. Estos profesionales investigan e implementan opciones de políticas, grandes y pequeñas, que dan forma a la topografía del uso de las tierras silvestres. Y esos profesionales tienen que encontrar el mejor equilibrio entre las políticas de conservación coercitivas y los incentivos suaves.
15 consejos para comer bagels en Nueva York sin parecer idiota
El bagel en Nueva York no es comida; es topografía. Un paisaje de corteza y masticación, de historia hervida y geografía horneada. La gente te dirá que el secreto está en el agua, en las manos, en la eficiencia de la ciudad disfrazada de arte. Todo eso es verdad. Y todo eso es mentira. No viniste a buscar fantasmas ni a seguir evangelios de programas de viajes. Viniste a vivir el bagel como un neoyorquino. Eso implica olvidar lo que crees saber y aceptar que en esta ciudad la experiencia es más importante que el sabor. Hay reglas. Quince de ellas. Memorízalas o ríndete.
De la semana anterior
El acecho contra la ciencia
A lo largo de siete décadas y una docena de presidencias, la ciencia de Estados Unidos fue inigualable. Tanto en universidades como en agencias federales, los investigadores revolucionaron la predicción meteorológica, curaron enfermedades mortales y comenzaron a monitorear las emisiones de gases de efecto invernadero. Ya en 1990 el Congreso dirigió este poderío científico hacia la comprensión del cambio climático, tras determinar que el calentamiento global inducido por el ser humano representaba una amenaza para la salud humana y el bienestar económico y social global. Donald Trump y su nueva administración discrepan.
Lo que pasa es la mirada
Brooklyn nunca fue Nueva York. No del todo. Es un espejo sucio, una promesa arrugada en el fondo del bolsillo de una ciudad que ya no cree en sí misma. Pero en Tendaberry, la película estrenada en Sundance en 2024 y desde hace unas semanas disponible en MUBI, la directora Haley Elizabeth Anderson decide hacer lo imposible: no contar Brooklyn, sino respirarlo. Lo consigue con trampa, con ternura, con un filo que corta sin que te des cuenta. Y eso es lo que la hace peligrosa, a la película, y necesaria.
Del archivo
¿La ansiedad climática es un problema o un privilegio?
En los últimos quince años, el cambio climático pasó de ser un problema de nicho de los círculos ambientalistas a una preocupación pública generalizada. Nuestro planeta se está transformando de una manera que hará que la vida sea mucho más difícil. Ya ha traído sufrimiento a millones y millones de personas. Estamos aprendiendo acerca de esta crisis en un momento en el que no hay mucho tiempo para cambiar de rumbo. Esa comprensión conlleva un costo mental y un ajuste de cuentas emocional. La generalización de la cultura de la terapia, la explosión del complejo industrial del autocuidado y el aislamiento de la pandemia de Covid-19 sentaron las bases para un marco individualista para comprender nuestro lugar en un planeta alterado. ¿Es ético centrarnos en nosotros mismos y en nuestros sentimientos, cuando los daños reales del cambio climático recaen en gran medida sobre las personas que no tienen tiempo para preocuparse por ello?.
Arte en los refugios de inmigrantes
Las obras hechas por inmigrantes son parte de una muestra en el megarefugio de Brooklyn donde viven, que está dirigido por la Corporación de Salud y Hospitales de la ciudad. La agencia instaló un espacio de exhibición en una habitación vacía junto a una lavandería en el complejo de diez edificios que alberga a unas 3200 personas. Dicen, algunos, que es una manera de integrarse a una ciudad que los excluye.
Los desastres naturales son desastres sociales
A medida que las comunidades se recuperan de los llamados desastres naturales (y a medida que nos preparamos para otros peores), ¿las vidas de quiénes mejorarán y de quiénes empeorarán? La investigación antropológica sugiere que algunas empresas y funcionarios gubernamentales seguirán viendo las tormentas como oportunidades de desarrollo. Pero las nuevas oportunidades creadas por las tormentas pueden ocultar el sufrimiento humano. En medio de la destrucción de los huracanes, se crean algunas posibilidades futuras mientras que otras quedan excluidas.
Y hasta aquí llegamos esta semana. Esperamos vernos en la próxima.
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